Hace algunos años atrás comencé la inquieta aventura de crear un blog y escribir cualquier idea que llegará a mi mente para luego ser publicada. Lo cierto es que todo empezó como un juego sin saber que mucha gente del mundo y de diferentes idiomas leería lo que escribo.
Un día, una amiga que se fue muy lejos me comentó en un
mensaje que le gustaban mis reflexiones y que le había ayudado a tener ideas
más claras; algunos amigos me pedían que siga escribiendo porque les gustaban
mis reflexiones, las ocurrencias de mi mente o alguna experiencia indiscreta
que publiqué.
Pero hoy fue un día poco común, pues recibí un mensaje de
una señora de Venezuela en el Facebook que me reclamaba por no escribir en la
últimas semanas. Era una señora de 65 años, de nombre Juana, que me decía que
yo no sabía lo complicado que era entrar a internet y leer mi blog en la crisis
venezolana; y que no se había perdido cada una de mis publicaciones porque la
acompañaban y alentaban en las dificultades que estaba viviendo allá, por lo cual
me pedía que no deje de escribir.
Muchas veces desconocemos el poder de nuestras palabras,
el significado que ellas llevan y la distancia que recorrer para llegar a
personas que le dan un gran valor en los momentos que más lo necesitan.
Gracias por leer lo que escribo, ser parte de mis
aventura y dejarme entrar en vuestras mentes...
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