jueves, 18 de noviembre de 2021

Una carta al cielo

Hoy vino a mi mente el recuerdo de dos amigos adolescentes paseando en una bicicleta por las calles en donde crecimos.

Han pasado ya cinco años sin ti y no tengo muchas fotos contigo; no es para menos, pues siempre andábamos conversando o caminando; pero esas pocas imágenes que tengo contigo son muy significativas, siempre estuvimos presentes en los momentos más importantes de nuestras vidas.

Desde que ya no estás, las cosas no han sido tan fáciles; pero intentamos seguir cada día a nuestro ritmo y en nuestro modo, procurando ser empáticos con los demás, aunque no es tan sencillo. No se lo he dicho casi a nadie, pero este mundo está totalmente loco, ya nadie le da valor a las cosas que valen realmente la pena.

Tengo muchas cosas que contarte, tantas que las tengo demasiado acumuladas en mi mente, pero seguramente algún día lo haré, como en aquellas conversaciones de los atardeceres frente al mar, muy cerca al muelle de la playa donde siempre íbamos.

Seguramente, te preguntarás si me sigo enamorando de esa forma tan tonta y romántica como siempre lo hacía; sinceramente, me ha pasado algunas veces, pero también aprendí a ser fuerte y tomar decisiones, a cuidar más este loco “corazón” que anda en una pausa necesaria o quizás en una represión inadvertida; un día lo sabremos.

Mientras tanto, te sorprendería, pero aprendí el verdadero significado del amor, aquel que va más allá de los ojos, aquel que no quiere poseer algo ni juzga. ¿Costó entenderlo? Por supuesto que sí, pero valió pena aprender a amar, empezando por el amor propio, cada elemento de este universo con todas sus imperfecciones. Aunque, te confieso que cada vez me cuesta más abrirme a este mundo y escribir como lo hago ahora al recordarte; seguramente, son etapas que pasamos, pero que pasan, espero.

Tranquilo, no me he olvidado de Dios, él siempre está presente y le agradezco cada día la bendición de habernos hecho coincidir entre tantos tiempos e infinitos espacios para escribir esta extraordinaria historia de amistad.

Y aunque desde que te fuiste, mi vida no fue la misma, crecí teniendo siempre a mi mejor amigo, mi hermano del alma, aquel que siempre estaba cuando el mundo estaba de cabeza; y a pesar de tu ausencia, agradezco infinitamente el tiempo que estuviste en nuestras vidas.

Dondequiera que estés, esta carta es para ti, una carta al cielo… ¡Feliz cumpleaños, mi hermano del alma!