Han pasado ya cinco años sin ti y no tengo muchas fotos contigo; no es para menos, pues siempre andábamos conversando o caminando; pero esas pocas imágenes que tengo contigo son muy significativas, siempre estuvimos presentes en los momentos más importantes de nuestras vidas.
Desde que ya no estás, las cosas no han sido tan fáciles;
pero intentamos seguir cada día a nuestro ritmo y en nuestro modo, procurando
ser empáticos con los demás, aunque no es tan sencillo. No se lo he dicho casi
a nadie, pero este mundo está totalmente loco, ya nadie le da valor a las cosas
que valen realmente la pena.
Tengo muchas cosas que contarte, tantas que las tengo
demasiado acumuladas en mi mente, pero seguramente algún día lo haré, como en aquellas
conversaciones de los atardeceres frente al mar, muy cerca al muelle de la
playa donde siempre íbamos.
Seguramente, te preguntarás si me sigo enamorando de esa
forma tan tonta y romántica como siempre lo hacía; sinceramente, me ha pasado
algunas veces, pero también aprendí a ser fuerte y tomar decisiones, a cuidar
más este loco “corazón” que anda en una pausa necesaria o quizás en una represión
inadvertida; un día lo sabremos.
Mientras tanto, te sorprendería, pero aprendí el verdadero
significado del amor, aquel que va más allá de los ojos, aquel que no quiere poseer
algo ni juzga. ¿Costó entenderlo? Por supuesto que sí, pero valió pena aprender
a amar, empezando por el amor propio, cada elemento de este universo con todas
sus imperfecciones. Aunque, te confieso que cada vez me cuesta más abrirme a
este mundo y escribir como lo hago ahora al recordarte; seguramente, son etapas
que pasamos, pero que pasan, espero.
Tranquilo, no me he olvidado de Dios, él siempre está
presente y le agradezco cada día la bendición de habernos hecho coincidir entre
tantos tiempos e infinitos espacios para escribir esta extraordinaria historia
de amistad.
Y aunque desde que te fuiste, mi vida no fue la misma, crecí
teniendo siempre a mi mejor amigo, mi hermano del alma, aquel que siempre
estaba cuando el mundo estaba de cabeza; y a pesar de tu ausencia, agradezco infinitamente
el tiempo que estuviste en nuestras vidas.
Dondequiera que estés, esta carta es para ti, una carta al cielo…
¡Feliz cumpleaños, mi hermano del alma!