domingo, 24 de abril de 2016

Una conversación en el malecón


Posiblemente tardé varios días en escribir una experiencia pero recuerdo claramente lo que sucedió aquel domingo cuando se iniciaba la tarde, sentado en el gras y recostado en una palmera frente al mar, simplemente pensando en nada y en todo a la vez (ironías del pensamiento).

De pronto, ella se acercó y me preguntó si quería conversar, lo que me produjo sorpresa y algo de desconfianza inicialmente, ya que no es muy común que una chica que no conocemos se acerqué a preguntarnos si queremos iniciar una conversación; pues muchas veces mientras vivimos los hechos suceden como menos los esperamos, y las personas no guardan coherencia entre lo que dicen y lo que hacen.

Menos mal ese domingo fue diferente, pues me relajé, acepté la conversación y ella comenzó diciéndome su nombre (el cual es muy poco común por cierto) y a la vez contándome un hecho muy fuerte de su niñez (aquellos hechos que generan una gran indignación); luego le conté de alguna experiencia no muy grata que me sucedió pero que me ayudó a aprender y a crecer; y así fuimos analizando el origen de la desconfianza en nuestro ser, lo cual nos mantiene a la defensiva y crea una barrera a nuestro alrededor que no nos deja vivir libremente. Le comenté algo sobre algunos temas sentimentales y ella me mencionó ligeramente sobre alguna novia que tuvo, ante lo cual no indagué más.

La conversación entre ella y yo continuó, también hablamos de aquellas cosas que son importantes como el perdonar y pedir perdón cuando estamos preparados para comenzar a vivir sin deber ni dar explicaciones a nadie de nuestros actos pero también sin juzgar a los demás aun cuando no compartimos su forma de vida; y que el amor es la única medicina para curar al mundo (el amor de verdad que es imperfecto y desinteresado).

La conversación tuvo que terminar porque ella tenía que irse pero un abrazo lleno de energía selló aquel momento inesperadamente agradable y sumamente enriquecedor.

En el malecón, mientras caminaba yendo a casa, un grupo de chicos tocaba un tipo de música africana que mezclaba canto, danza y combate pero sin contacto; y el sonido de la música invitaba a cerrar los ojos y sentir el contacto con la naturaleza, esa sensación penetró más allá de los huesos, estimulando el espíritu después de muchos meses.

Muchas veces por miedo y desconfianza, evitamos que la gente se acerque, perdiendo la oportunidad de conocer a gente maravillosa y vivir cosas extraordinarias; debemos ser precavidos y cuidadosos por los tiempos en los que vivimos, pero eso no quiere decir que debemos colocar un muro a nuestro alrededor, sino asumir los riesgos que implica vivir para disfrutar de las bendiciones que pueden llegar a nuestras vidas...

sábado, 9 de abril de 2016

Cuando nos damos una nueva oportunidad


Esta es la vida, tal como la conocemos ahora, quizás porque aprendimos a conocerla de la forma que menos pensábamos y mucho menos esperábamos, y porque el mundo ha sido duro con nosotros todo este tiempo, dejando un corazón frío en nuestro interior sin fe ni esperanza y un espíritu que no intenta reaccionar y volver a sentir como lo hacía antes cuando era simple y original.

Siempre debemos tener presente que las palabras tienen un gran poder que debe ser utilizado responsablemente y en coherencia con nuestras acciones (recuerda que nuestras acciones nos definen), porque de lo contrario, las palabras pierden su valor y crean desconfianza, la cual es difícil de superar porque se enraíza en nuestro interior de tal manera que puede formar parte de nuestro mismo ser. Pero no debemos olvidar que este mundo tiene todo tipo de personas, entre las cuales aún hay seres con mucho valor (quizás son pocos pero son), pero debemos aprender a identificarlos y la única forma de hacerlo es aprendiendo con las experiencias, por más duras que estas hayan sido.

Muchas veces cuando intentamos vivir, cuando en el caminar aprendemos a sentir, corremos el riesgo de tropezar y podemos salir heridos inesperadamente; y entonces surge el miedo a volver a intentar, pero todo lo que vivamos debe ser un aprendizaje que nos prepare para volver a intentar y darnos una nueva oportunidad de sentir.

No dejemos que el miedo nos genere inseguridad y nos deje vacíos por dentro, pues nadie dijo que el camino sería fácil, pero siempre valdrá la pena intentar vivir y sentir nuevamente. Y todo ello comienza en una decisión, la de estar y sentirnos bien; porque sólo entonces cuando tenemos la convicción de dar ese salto a ese estado de bienestar, estaremos preparados para aceptar la felicidad que tanto anhelamos...