jueves, 23 de octubre de 2014

Un mensaje de agradecimiento en el tiempo y la distancia

Llega un momento inesperado en el cual no se puede avanzar en la vida sin dejar un mensaje, uno que busque interiorizarse en la conciencia o tal vez nutrir la mente con el aprendizaje y reflexión de los hechos que pueden suceder de manera inesperada cuando caminamos en esta realidad a la cual llamamos vida.

Pues parece increíble que aquellas personas que no estaban en los planes de nuestra vida terminan dejando mensajes de vida incluso cuando ya no están con nosotros o ya no están en esta vida; y queda el sin sabor de no haber dicho las cosas en el momento oportuno, en aquel instante donde necesitaban escuchar nuestras palabras esperadas, pero ahora mucho tiempo después cuando queremos agradecer la parte de vida que compartieron con nosotros ya no están más aquí a nuestro lado, a escasos metros.

Hace ocho años que conocí una mujer muy normal pero con una mente inquieta e hiperactiva, capaz de enseñar las cosas que había aprendido de la vida, del amor, de la tristeza, de la alegría y de todo aquello que rodea a un ser que se atreve a seguir; pude haber aprendido, pude haber interiorizado el mensaje pero no era el momento aún para comprender, para agradecer y para madurar. Y sucede a veces que sin querer repentinamente el destino te aleja de aquella persona sin saber que nunca más la volverás a ver; y hoy muchos años después ya no es posible agradecer el mensaje compartido sin escribir una oración y enviarla a donde quiera que esté.

Ha pasado un poco más de un año de aquel momento en que la conocí sin saber que cambiaría todos mis esquemas, que le daría vuelta a mis pensamientos y conquistaría todos mis sentimientos hasta enriquecer mi vida como nadie lo hizo. Quizás hubiese sido el momento perfecto para dos seres imperfectos para compartir más que tan sólo un tiempo breve de vida, pero el universo, como ella lo llamaba, no había confabulado a nuestro favor porque el pasado persistía en conjunción con el sentimiento guardado. Al terminar el rencor y la desolación se apoderaron de mi ser sin saber que el tiempo me ayudaría a comprender que había un mensaje al final de todo, uno que ayudó a aclarar todo lo que quiero en la vida y aquello que ya no quiero más, y como todo mensaje que ayuda a crecer debe ser agradecido.

Mientras la meditación y la reflexión se apoderan de mí en estos días, una madre llora por la partida de su hija a una tierra lejana de tal manera que una sensación oprime mi pecho recordando aquel momento en el cual tuve que alejarme de mi hogar, mi madre y mi familia para viajar a un país lejano sin saber que ese sería el inicio de una larga aventura de viajes, aprendizaje, locuras y cambios para sentir la vida en todo su esplendor.

Es totalmente cierto que no sabemos lo que pasará mañana, si estaremos aquí y con la misma gente, o simplemente ya no estaremos más; y al no saber, tal vez sería preciso decir aquellas cosas que pensamos y sentimos a las personas que están aquí ahora con nosotros, que están dispuestas a escucharte y a aceptar nuestras disculpas. Muchas veces aquellas personas que están aquí no están pasando por un buen momento, pero siempre una sonrisa, un abrazo o un beso llenará de alegría el momento, porque es mejor morir de alegría que morir en el olvido…



“Un saludo a todos aquellos seres con los que hemos crecido, hemos aprendido, hemos sonreído, hemos luchado, hemos tenido diferencias, nos hemos hecho daño, nos hemos alejado, nos hemos perdonado, nos hemos reencontrado o ya no nos hemos visto más.

Un oración a Dios para aquellos amigos que ya no están más aquí y extrañamos profundamente pero sabemos que están en paz...” A.A.A.

viernes, 10 de octubre de 2014

Mil pensamientos y algo más


En una noche de primavera en la cual el frío se niega a abandonar la ciudad, la ausencia de una copa de vino que apacigüe el alma permite que la mente juegue con mil pensamientos, muchos recuerdos y algo de sutil nostalgia por los tiempos de viajes y aventuras sinfín de un caminante donde los límites estaban en el ímpetu de cambiar el mundo, o por lo menos intentarlo; hasta que el deseo de observar nuevamente por la ventana invita a curiosear el cielo.

Ya es casi media noche y la luna tan esperada no se deja ver por completo en el malecón de los sueños medio concebidos, quizás las casi plegarias del caminante no fueron suficientes o la conjunción de los elementos de este universo en la oscuridad no permitieron ver más allá de la nubes, o tal vez una fuerza más poderosa se contrapone a los deseos fervientes de un ser que busca su propia naturaleza o algo que le recuerde a ella.

Mientras tanto en este nuevo comienzo, las canciones con fondos tristes ya no tocan más a la puerta porque el sinsabor se perdió en besos que fueron olvidados por la justicia invisiblemente tácita del universo que sólo Dios comprende porque el lo concibió, felizmente.

Es cierto que en más de tres destinos cruzados se perdió la alegría que anhela ser reinventada por un camino que busca la ruta precisa para ya no caer en el azar de un juego quizás marcado pero confuso a la vez, donde sirenas bellas e inocentes caen en intensiones enredadas de piratas sin alma para ser llevadas en sus barcos a un destino incógnito.

Y en esta noche, los mil pensamientos en la mente del caminante podrían ser tranquilamente apaciguados por una copa de vino tinto seco y un buen libro de aquellos que invitan a vivir una existencia paralelamente extraordinaria, o tan sólo el licor embriagaría la realidad para sentir un poco de tranquilidad...