domingo, 16 de octubre de 2016

¿Qué hacemos si no estás amigo mío?

Amigo mío, tu lucha por la vida fue dura, te fuiste tan rápido que no pudimos darte un abrazo y al despedirte dejaste un enorme vacío en nuestras vidas que comenzaron con tu presencia; pues siempre estuviste en los momentos más importantes que vivimos, compartiendo una sonrisa y tu amistad incondicional que admirábamos por sobretodo ante cada circunstancia. Y ahora, con la certeza de conocerte toda una vida, eres un ángel que guía cada uno de los pasos de los seres que amas y te amamos donde quiera que estés.

Pero inevitablemente, como resaca ante la ausencia en nuestras vidas de un ser que es más que un hermano, surgen preguntas que buscan respuesta en la infinidad de un universo.

¿Qué hacemos si ya no escuchamos tu voz, hermano mío, ni estrechamos tu mano en cada tarde de juegos prolongados en aquel parque donde quedaron las risas de niños hiperactivos que se hicieron grandes precozmente, en un lugar llamado Las Quintanas, donde todo comenzó?

¿Cómo consolamos nuestras memorias si tu ausencia, amigo mío, se siente en cada recuerdo que llevamos tatuado en nuestras vidas desde que el significado de la amistad se convirtió en mucho más que una simple palabra?

¿Dónde te buscamos, hermano mío, los domingos de fútbol por la mañana en aquel campo donde siempre buscaste alegrías con valor más que victorias sin sentido bajo el ardiente sol de Trujillo que tanto te gustaba?

¿Cuándo nos encontraremos nuevamente, amigo mío, para conversar de aquellas cosas que quedaron pendientes en esta vida a la que siempre le regalaste tus más sinceras sonrisas de alegría y picardía?

¿En qué vida nos reuniremos, hermano mío, para ir a jugar a la playa como cuando eramos niños o para apreciar los atardeceres de verano sentados sobre la arena cuando íbamos creciendo sin darnos cuenta que el tiempo avanzaba?

¿Con quién compartiremos historias de viajes y aventuras sentados en un mueble bebiendo cervezas y escuchando cualquier melodía propicia si tú, amigo mío, ya no estás en ese mueble?

¿Con quien envejeceremos, hermano mío, si hoy nos queda tan sólo agradecer a Dios por la bendición de haberte puesto en nuestras vidas y compartir todos aquellos maravillosos momentos desde que éramos niños y que no cambiaríamos por nada?



Dedicado a mi mejor amigo de toda la vida, Johnny.
Te extraño y no te olvidaré nunca.
Te quiero donde quiera que estés.
¡Hasta siempre, mi hermano del alma...!