domingo, 9 de febrero de 2014

Un domingo distinto a todos los demás

En la casa de las puertas blancas, el domingo comenzó muy temprano, abriendo los ojos quizás casi en la oscuridad de una madrugada de verano, y sólo se percibía la sensación de haber despertado de un sueño impotente después de varios días de encierro entre cuatro paredes blancas y una ventana. Es obvio saber que es difícil ocultar con la mente lo que alma está padeciendo, y sólo se tiene la certeza de que las lágrimas impotentes ya no son reclamos sino desahogos de vida que se acumulan en intentos de sentir el amor, uno que al parecer se recibe después de jugar en una lotería de vida.

Mientras los pensamientos rondan la mente, una sensación extraña en el pecho no permite respirar, obligando al cuerpo a salir a caminar, y es posible que la necesidad o claramente la fe lleva al hombre a buscar un calmante espiritual, de esos que alivian la pesada carga del alma.

Y una conclusión es evidente, pues el sin sabor más grande no está en lo que terminó sino todo aquello que quedó inconcluso, o que tal vez nunca comenzó por una parte, mientras que la otra parte lo dio, dijo e hizo todo sin reclamos, esperando respuestas que fueron evadidas pero inspirando argumentos que fueron reprimidos cruelmente por una lógica difícil de comprender pero respetable al mismo tiempo.

Al salir a caminar, la ansias de escribir se apoderan de la voluntad en esta mañana, mientras una banca de un parque atrás de una iglesia invita a ser su complemente perfecto, mirando la inmensidad del mar, donde un simple observador intenta reprimir los gritos profundos por no comprender el impredecible e inexplicable comportamiento humano.

La lógica dice que no se puede devolver pasos al camino; pero la voluntad intenta explicar que al caminar nuevamente por el mismo lugar es posible devolver momentos hasta llenar de nuevos recuerdos cada espacio; y es seguro que mirando el mar desde lo alto, sintiendo el vacío y la brisa en el rostro cerrando los ojos, es la mejor terapia para la nostalgia, y al abrir nuevamente los ojos se tiene la sensación de que una nueva vida comenzó.

Pero falta algo más, quizás establecer un equilibrio que en algún momento de la vida se perdió; con certeza, no es un tema de religión mas si de fe, pues es momento de entrar en contacto con ese ser superior y omnipotente que es capaz de dar paz al alma, limpiar el corazón y dejarlo listo para perdonar a aquellos que nos hicieron daño, lo cual sólo se logra amando al prójimo. Fue en una ceremonia, donde el espíritu se entregó nuevamente en un pacto de amor, el cual se selló con una oración de agradecimiento para dar espacio y tiempo a una nueva vida, la mía...

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