miércoles, 22 de enero de 2014

El fin de la era del conejo (Parte I)

Era muy pequeño aún, posiblemente tenía 4 años, y mientras jugaba se alejó de sus abuelos paternos en aquel campo lleno de semillas y hojas de eucalipto, fue allí cuando levantó la mirada y vio un animal pequeño de color gris claro, ojos negros, orejas largas y cola pequeña que nunca antes había visto, sintió confianza e intentó acercarse, pero cuando el niño dio unos pasos, este animal saltó y corrió al mismo tiempo. El niño siguió la ruta por la cual el pequeño animal corrió, entrando en el bosque lleno de árboles de eucalipto y sin darse cuenta se perdió; mirando a todos lados, no encontraba la salida y lo único que percibía era el olor del eucalipto. 

Mientras buscaba el camino, miraba la parte alta de los árboles hasta sentir que alguien o algo lo miraba y en la parte alta de uno de los árboles observó nuevamente un pequeño ser pero diferente al que había visto inicialmente, pues el ser que se encontraba en la parte alta de los árboles era pequeño, estaba desnudo, tenía una piel de color rojiza, sus ojos azules brillaban fuertemente, unas orejas puntiformes y sólo tenía un pequeño mechón de cabello en su cabeza. El niño se quedó sonriéndole mientras el pequeño ser mirándolo fijamente lo invitaba a que suba al árbol con la mano; el niño se distrajo con el sonido de las aves por un segundo, y cuando devolvió la mirada al árbol se dio cuenta que el pequeño ser estaba frente a él a unos cuanto metros invitándolo a acercarse con unos caramelos extraños en la mano. Cuando el niño estaba ya muy cerca al ser, escuchó la voz de sus abuelos y su tío (que se llamaba Evelio) que lo estaban buscando y de pronto vio aparecer a su tío detrás de un árbol a quien se le acercó y volteando a señalar al ser pequeño, éste ya había desaparecido y en el lugar sólo quedaron los caramelos; le contó a su tío sobre el animal que había visto pero sucede a veces que los adultos creen que los niños tienen una gran imaginación, pero Lazzy (el perro de la familia) se quedó ladrando aquel árbol por un rato hasta que volvió junto con el niño y el tío para ver a los abuelos (que se llamaban Sergio y Martina) para volver en la camioneta hasta el pueblo donde vivían llamado Tulpo (el verdadero nombre de fundación española del pueblo es Santa Clara de Tulpo, un pueblo que está en los Andes de La Libertad - Perú, donde pocos saben que allí vivió una temporada César Vallejo con su hermano y sirvió de inspiración para el poema llamado “Fosforescencia”).

El tío Evelio dejó a los abuelos en su casa y junto con el niño se fueron a casa que estaba frente a la antigua casona hacienda que servía de escuela, oficina de correos y posta médica. Ya en casa, el niño fue recibido por su madre (quien se llamaba Mirtha), y desde ese momento no paró de hablar y hablar contando lo que había visto en el campo hasta que llegó su padre (que se llamaba Hermancio) justo para la cena. Durante la cena, el niño estaba sentado sobre aquella silla alta junto a sus padres, su tío, su hermana (que se llamaba Cynthia y que tenía casi 2 años) y una de las chicas que trabajó en la casa; obviamente el niño no paró de hablar contando la historia nuevamente hasta que su madre le dijo que lo que vio fue un conejo del campo, pero su padre le dijo con un tono de broma que había visto un duende mientras que los demás se rieron en la mesa; el niño ignoraba que era un duende quedándose aquella noche con la duda, pues ya era hora de que los niños durmieran, hecho que era una tortura ya que había que subir las escaleras de madera hasta el tercer piso acompañado de una lámpara de kerosene o de una vela, ya que no había fluido eléctrico en aquel pueblo en 1980.

Nuevamente el campo, los árboles, el conejo gris saltarín y las aves rodeaban al niño hasta que apareció aquel ser al que llamaban duende quien le dio la mano y lo empezó a llevar por el bosque hasta que el niño sintió que se alejaba de todo pero cuando quiso detenerse, este ser con una sonrisa malvada no se lo permitió y el niño comenzó a llorar muy fuerte para que alguien lo escuchara, de pronto sintió de manera abrupta un tirón, escuchó que Lazzy ladraba, una voz que lo despertó de una pesadilla y un abrazo de la mujer que le dio la vida, pues su madre estaba abrazando aquel pequeño cuerpo empapado en sudor por un mal sueño. Durante esa semana, el niño lloró cada noche repitiéndose aquel mal sueño y siendo rescatado por la voz de su madre, mientras Lazzy ladraba intentando avisar que algo pasaba.

Hasta que un domingo, el tío y el padre del pequeño llegaron a casa con un conejo blanco muy nervioso, el niño abrazó al conejo y jugó con él hasta la noche, y el tío justo antes de dormir se llevó el conejo (supuestamente para que duerma) mientras que los padres del niño se quedaron con él, llevándolo a su cama para colocarle una señal de carbón en la frente en forma de cruz. El niño se quedó dormido y desde aquel día ya no soñó más con aquel ser pequeño de sonrisa malvada, pero soñó con su madre mientras que él alzaba el conejo blanco, al cual nunca más vio.

Han pasado 20 años, el niño se convirtió en un caminante del mundo pero aún sigue pensando que el conejo blanco se llevó aquel mal sueño o tal vez entró en éste para ponerle fin. Y quizás el caminante quedó marcado con un tatuaje en el espíritu, una marca en forma de conejo blanco que le dio paz en el momento más inocente de su vida, su niñez…



("Dedicado a mis abuelos Sergio y Martina, que en paz descansen;
a mi tío Evelio, tan fuerte como una roca;
a mis padres Hermancio y Mirtha, que me enseñaron a luchar;
y a mis hermanos Cynthia y Ronald, con quienes crecí;
todos enriquecieron y siguen enriqueciendo mi historia de vida..." A.A.A.)

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