domingo, 8 de junio de 2014

Un sábado inesperado

Todo indicaría que sería un día común y corriente, de gente andando, simplemente andando dentro de su propio mundo interno; o tal vez es simplemente la percepción de un ser cuya mente pensativa y reflexiva busca un camino sin importar que sea paralelo, intersectado o adyacente, pero que finalmente lo mueva hacia algún lado. Pues los acontecimientos del inicio de semana, el viaje sólo con una mochila por la costa frente al mar durante tres días y el ver pasar a una chica del pasado dejaron muchas preguntas, sintiendo algo de nostalgia por aquellos tiempos de aventuras sin miedo a lo que pueda pasar.

En ese mar de ideas de pronto surge una llamada inesperada, una invitación a ser parte de una terapia de vida, en la que sin querer pareciera que el destino se encarga de dar una tregua para simplemente desconectar un momento breve de vida del mundo. Y apareció un ser de ojos tiernos, sonrisa espontánea, tez delicada, silueta delgada y personalidad encantadora que convirtió un momento común en un encuentro extraordinario de aquellos que te hacen recordar el significado de la vida, así tan sólo sea por un breve instante y único.

Sus manos suaves se deslizaron inesperadamente entre mis manos, su mirada cómplice se perdió en mis ojos y su aroma conquistó mi ser en una conversación que esperaba no tuviera final; mientras todo fluía, compartimos secretos y contamos nuestras historias de vida. Me contó que estudiaba Psicología, le dije que yo estudié Biología; me dijo que le gustaba la literatura, le confesé que yo escribía; me preguntó si escribiría sobre nuestro encuentro, le respondí que inevitablemente lo haría; me pidió que usará otro nombre porque su nombre no le gustaba, y yo le dije que había que esperar lo que mi hiperactiva mente podría imaginar mientras una sonrisa cómplice se dibujaba en los labios de ambos.

La música dominaba perfectamente el momento, mientras conversamos de la vida, de lo que pasamos, de lo que queremos y por supuesto inevitablemente del amor, o parte de él; le habló de los posibles títulos de esta historia, me dice que le gusta el primer título mientras le prometo que es el título que llevará esta historia. En mi mente, surge otra conversación interna que dice tácitamente que me gusta como es esta mujer y que le da gracias por ser como es, por lo menos en ese momento.

Ya es de noche y lamentablemente el final del encuentro debe terminar, sin saber si nos volveremos a ver; y en la despedida, nuestros rostros se acercan cuando un inesperado pero cariñoso beso sutil en los labios consagra el momento llegando a ese lugar de alma que activa la magia de la vida, quizás por un breve momento, pero que merece notablemente ser contado dentro de una promesa a una musa extraordinaria en un sábado inesperado...

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