
De pronto, ella se acercó y me preguntó si quería conversar, lo que me produjo sorpresa y algo de desconfianza inicialmente, ya que no es muy común que una chica que no conocemos se acerqué a preguntarnos si queremos iniciar una conversación; pues muchas veces mientras vivimos los hechos suceden como menos los esperamos, y las personas no guardan coherencia entre lo que dicen y lo que hacen.
Menos mal ese domingo fue diferente, pues me relajé, acepté la conversación y ella comenzó diciéndome su nombre (el cual es muy poco común por cierto) y a la vez contándome un hecho muy fuerte de su niñez (aquellos hechos que generan una gran indignación); luego le conté de alguna experiencia no muy grata que me sucedió pero que me ayudó a aprender y a crecer; y así fuimos analizando el origen de la desconfianza en nuestro ser, lo cual nos mantiene a la defensiva y crea una barrera a nuestro alrededor que no nos deja vivir libremente. Le comenté algo sobre algunos temas sentimentales y ella me mencionó ligeramente sobre alguna novia que tuvo, ante lo cual no indagué más.
La conversación entre ella y yo continuó, también hablamos de aquellas cosas que son importantes como el perdonar y pedir perdón cuando estamos preparados para comenzar a vivir sin deber ni dar explicaciones a nadie de nuestros actos pero también sin juzgar a los demás aun cuando no compartimos su forma de vida; y que el amor es la única medicina para curar al mundo (el amor de verdad que es imperfecto y desinteresado).
La conversación tuvo que terminar porque ella tenía que irse pero un abrazo lleno de energía selló aquel momento inesperadamente agradable y sumamente enriquecedor.
En el malecón, mientras caminaba yendo a casa, un grupo de chicos tocaba un tipo de música africana que mezclaba canto, danza y combate pero sin contacto; y el sonido de la música invitaba a cerrar los ojos y sentir el contacto con la naturaleza, esa sensación penetró más allá de los huesos, estimulando el espíritu después de muchos meses.
Muchas veces por miedo y desconfianza, evitamos que la gente se acerque, perdiendo la oportunidad de conocer a gente maravillosa y vivir cosas extraordinarias; debemos ser precavidos y cuidadosos por los tiempos en los que vivimos, pero eso no quiere decir que debemos colocar un muro a nuestro alrededor, sino asumir los riesgos que implica vivir para disfrutar de las bendiciones que pueden llegar a nuestras vidas...